Twisters: Una secuela poco memorable
La anticipada secuela de Twister abandona la acción memorable por un estudio de “americana” que se siente desubicado en este blockbuster veraniego.
Le tomó 28 años a los estudios Warner Bros. y Universal Pictures estrenar una secuela de Twister, aquella sensación cinematográfica del director Jan De Bont que, junto a Independence Day, dominó fácilmente la taquilla del año 1996. Aunque débil en sus diálogos y una ciencia que toma el asiento del pasajero, el elenco, la música y sus efectos prácticos le dan una cualidad atemporal a la película original, protagonizada por Helen Hunt en uno de los mejores roles de su carrera y un excelente Bill Paxton como el recuerdo de un tipo de protagonista que ya no existe en Hollywood. Casi tres décadas más tarde, con avances en tecnología que hacen obsoletos la mayoría de los filmes de los noventa y un elenco que en papel debe funcionar, resulta fascinante que esta nueva secuela no se sienta igual de trascendental que la primera.
Daisy Edgar Jones interpreta a Kate Cooper, una cazadora de tornados que, en la primera secuencia de la película, intenta poner a prueba un experimento que busca debilitar un tornado al punto de deshacerlo. Cuando su intento resulta fatídico, Kate decide abandonar Oklahoma por un trabajo en las oficinas de NOAA en Nueva York, un interesante contraste con el personaje de Jo (Helen Hunt), cuya tragedia es lo que la inspira a buscar una manera de poder predecir estos erráticos eventos atmosféricos. Cinco años después, Kate es convencida por su amigo Javi (Anthony Ramos) a regresar a Oklahoma a cazar tornados, esta vez con una tecnología militar que los ayudaría a estudiar su comportamiento y a su vez, salvar cientos de vidas. Es allí donde sus caminos se cruzan con los de Tyler (Glen Powell), un carismático youtuber con un millón de seguidores y una pasión palpable por lo que hace. En un principio, su personalidad choca con la de Kate, pero poco a poco, como en una clásica comedia romántica, van descubriendo que tienen más en común de lo que piensan.
Aquí es donde queda al descubierto uno de los mayores aciertos de la película: su elenco. Tanto Edgar Jones como Powell, en especial este último, nacieron para roles protagónicos. La química entre ambos hace lo que en muchas ocasiones el guión no consigue: venderlos a la audiencia como un genuino interés romántico para el otro. Aunque lejos de tener la chispa de Paxton y Hunt, cuyo calibre está en peligro de extinción, Edgar Jones y Powell son una fuerza digna de reconocer. Lamentablemente, no se puede decir lo mismo del resto del elenco, desde un Anthony Ramos (In The Heights) en el rol equivocado hasta una Sasha Lane (American Honey) totalmente desperdiciada. Brandon Perea, luego de un memorable rol en NOPE de Jordan Peele, tiene muy poco que hacer en una secuela que nunca se acerca a las alturas que alcanzó la original con su reparto, liderado por el siempre excelente y fenecido Philip Seymour Hoffman.
Lee Isaac Chung, el dos veces nominado al Oscar por Minari, toma las riendas de esta secuela, una que se inspira en algunos elementos de la original, pero parece olvidar lo que hizo que aquella película funcionara y se convirtiera en un clásico de acción. A pesar de contar con tecnología más avanzada, los efectos visuales de Twisters no logran impresionar y tampoco elevan el material. En pleno 2024, la magia del CGI ya no es suficiente para convencer al espectador. Si algo logró la primera película fue crear un buen balance entre efectos digitales y efectos prácticos, hasta alcanzar una inmersión en la audiencia que en esta nueva película está ausente. ¿Cómo olvidar las vacas volando y la desenfrenada acción práctica de ese tercer acto? El suspenso en Twister era efectivo porque la acción se sentía real y porque los personajes en el centro eran multidimensionales. En Twisters, el sobreuso de CGI y la carencia de efectos prácticos hacen que esta propuesta tenga más en común con un filme de desastre como The Day After Tomorrow que con su predecesora.
Lo que sí trae el director a la mesa es un enfoque cultural que la original solo raya en la superficie. Chung, cuyos padres emigraron de Corea del Sur y se crió en Arkansas, deja al descubierto sus tendencias en una exploración de “americana” que resonará con los estados centrales y será reconocida, no necesariamente admirada, por aquellos familiarizados con su trabajo previo. Tyler, un vaquero que ha cambiado el toro por los tornados, es la encarnación del hombre americano tradicional: masculino, atrevido y encantador. Kate, por otra parte, representa a la chica de pueblo con sueños de algo más grande. Esta apuesta es el resultado de una tendencia de Hollywood que coloca cineastas independientes en grandes proyectos de estudio, y una que se siente desubicada en un blockbuster veraniego.
La fantástica banda sonora de Mark Mancina se hace extrañar en Twisters, cinta que reemplaza la música -en ocasiones inspiradora y en ocasiones aterradora- por éxitos contemporáneos que harán que esta película envejezca tres décadas en un par de años. En cambio, su predecesora, se siente tan fresca como en 1996. El tiempo, sin embargo, no será tan amable con Twisters, una secuela poco memorable que muchos habrán olvidado cuando estrene la inevitable Twist3r.
Puntuación: 5/10